Columna de Opinión

Una sociedad desigual


Esta mañana comenzó como tantas otras, temprano leyendo el periódico pasando casi sin detenerme en la sección policiales. En eso, casi como por un descuido, mis ojos captan el siguiente titular: "Joven asesinado por querer sustraerle la moto". Continué con la lectura y en ella me informo que los asesinos son niños de apenas 13 y 15 años.
La noticia abrió la puerta a un debate interior, a un dilema ético... resulta increíble creer que un joven de tan sólo 15 años pueda empuñar un arma y matar. ¿Qué motivos llevan a este desenlace?
Uno de los detonantes de tantos robos y muertes injustas, es la gran adicción a las drogas cada vez desde edades más tempranas. Pero claro, el mundo de las drogas, tan visible para todos, no es fácil de solventar, ya que el costo económico de la misma es muy alto. Por ello, se constituye en el trampolín que precipita a tantos adolescentes (y no tanto) al vacío. Pero en contra-cara, existe una terrible realidad: MUCHOS DE LOS NIÑOS QUE CAEN EN MANOS DE LA DROGA HAN SIDO EXCLUIDOS SOCIALMENTE, NO POSEEN VIVIENDA, NO TIENEN PARA COMER A DIARIO, NO HALLAN LUGAR EN LAS ESCUELAS NI EN NINGUNA OTRA PARTE. Es así como paulatinamente van quedando marginados. 
Detengámonos un segundo en este vocablo, MARGINADOS, significa quedar al margen, en el límite, casi fuera. Ahora por cinco segundos propongo al lector que realice el ejercicio de imaginar estar en esa situación, en la posición de necesitar, de pedir, de querer recibir. Otros cinco segundos ahora para sentirse examinado, criticado, discriminado... Considero que la respuesta surge espontáneamente. Un niño marginado posee muy pocas herramientas sociales, entonces comienza a ver a la sociedad como su enemigo, como el agente de su propia destrucción. Y... ¿quién no ha fantaseado alguna vez con la venganza? Pues, en algunos casos, ésta se lleva a cabo. La diferencia es que en este caso, la venganza es contra la masa popular, pero lamentablemente los blancos inmediatos son individuos anónimos, inocentes (¿inocentes?) de tal debacle. 
Pero, ahora bien, como habrán advertido pongo en duda la inocencia de la víctima, lo que a muchos lectores los llevará a pensar que estoy de lado del victimario. Pues no es así. Lo que deseo explicar es que todos de una u otra manera somos culpables de la marginación a la que se exponen nuestros jóvenes, ya que generalmente transitamos como silenciosos testigos de esto que ocurre. La mano que no se tiende a tiempo, la oreja que no escucha el llamado, la solidaridad que se queda dormida, alimentan las garras de este mal que lentamente van pudriendo el seno social. Porque una cosa es segura... lentamente, la sociedad se verá corroída, diezmada, destruida. 
Aun estamos a tiempo de cambiar las cosas. Los planes de contención social y del infante deben ser una realidad. los niños deben poder desempeñarse de manera útil en el entramado social, ejerciendo el respeto, la responsabilidad, la solidaridad, el amor y tantos otros valores, que tanta falta hacen en la actualidad.
Somos todos responsables, como también capaces, de generar el cambio. Es nuestro deber aportar a éste, haciendo y exigiendo que se haga. Sabiendo elegir a nuestras autoridades, pero a su vez, sabiendo elegir las decisiones a tomar cuando algún niño en situación de riesgo nos mira a los ojos.
Ah! Casi lo olvidaba... el valor fundamental para hacer frente a esta situación, se llama COMPROMISO.

Melina Jaureguizahar 
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